Creo que al principio ella prestaba atención a los avisos, a las amenazas que a su lado incrementaban. Creo que se asustó. Creo que tuvo miedo. Y creo que el miedo le hizo esconder su gran cabecilla en la cama. En una cama que no era la suya, y de esto último estoy seguro.
Quizás fue en la otra cama- la que no era suya y sin embargo le pertenecía- donde empezó a preguntarse todo lo que a su alrededor pasaba. El por qué de todo lo que sucedía, las medidas de las cosas, sus funcionamientos y, aunque, ya antes se había presentado cuestiones, nunca antes las preguntas le habían hecho tanto daño como hasta entonces. Y fue en ese momento en el que ella empezó a soñar, a soñar contra todo pronóstico y sin ningún patrón vigente.
Cuanto más agrandaban las advertencias convertidas en amenazas que daban un resultado de miedo, mas pequeña se hacía ella. Y soñar, como ella lo hacía, como a mí me encantaba, ya no era placentero, ya no era bueno para ella, ya no estaba Bien.
Y así fue como poco a poco, a medida que envejecía, se iba convirtiendo en nada siendo poco a poco más pequeña. Muy poco a poco.
Pulgas
3593
¿Y cuánto hay que volver para dejar de ser?
ResponderEliminar