viernes, 2 de enero de 2015

Qué delito cometí contra vosotros naciendo; aunque si nací, ya entiendo qué delito cometí.

Ella había crecido grande en una ciudad enorme. Era distinta frente a todas las demás chicas y yo la veía incluso distinta a cualquier persona que antes hubiera conocido. Ella se llamaba Jessica, o Sofía, quizás Blanca, o Lara, o Paula o tal vez Alba o tal vez no. Ella era muchas personas dentro de su mismo ser y supongo que eso era lo que tanto la enriquecía. Estaba repleta de muchedad por cada esquina de su gran cuerpecito. Supongo que de aquel entonces ella no sabía nada aunque creía saberlo todo. Nunca escucho ninguna advertencia asíque para ella simplemente, no existía la posibilidad de desastre. Sin embargo, que no las escuchara no significaba que no se le aparecieran. Sí aparecían, estaban a su alrededor donde quiera que fuera.

Creo que al principio ella prestaba atención a los avisos, a las amenazas que a su lado incrementaban. Creo que se asustó. Creo que tuvo miedo. Y creo que el miedo le hizo esconder su gran cabecilla en la cama. En una cama que no era la suya, y de esto último estoy seguro. 

Quizás fue en la otra cama- la que no era suya y sin embargo le pertenecía- donde empezó a preguntarse todo lo que a su alrededor pasaba. El por qué de todo lo que sucedía, las medidas de las cosas, sus funcionamientos y, aunque, ya antes se había presentado cuestiones, nunca antes las preguntas le habían hecho tanto daño como hasta entonces. Y fue en ese momento en el que ella empezó a soñar, a soñar contra todo pronóstico y sin ningún patrón vigente. 

Cuanto más agrandaban las advertencias convertidas en amenazas que daban un resultado de miedo, mas pequeña se hacía ella. Y soñar, como ella lo hacía, como a mí me encantaba, ya no era placentero, ya no era bueno para ella, ya no estaba Bien. 

Y así fue como poco a poco, a medida que envejecía, se iba convirtiendo en nada siendo poco a poco más pequeña. Muy poco a poco.


Pulgas
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