viernes, 11 de abril de 2014

ENERO

Y ahora, lo único que sé y lo único que tengo seguro en mi vida, es que no estoy preparada para nada. Mi vida se basa en una constante adaptación de mí misma en situaciones con mayor o menor grado de dolor psicológico.

No siento estar preparada para nada. No estoy preparada para el amor ni para la muerte. Ni para la inseguridad ensordecedora de la felicidad o para el más apresurado adiós. No estoy preparada para empezar ni para terminar nada. No estoy preparada para la muerte y mucho menos estoy preparada para la vida.

Y me da miedo vivir porque me estoy dando cuenta de que la vida es una constante adaptación. Y puedo adaptarme, estoy diseñada para eso. Y quizás es más positivo de lo que creo, pero a veces me siento una máquina que no es capaz de sentir lo que los demás, que debería sentir mejor. Más dolor, más felicidad. No más cantidad sino más constante. Yo aguanto hasta que llega un momento de felicidad o un momento de ira. Exploto por dentro y me invade una tristeza infinita o me sacio de ilusiones por un amor. Llevo mis sentimientos a extremos durante un corto período. Cortísimo. Y me pregunto como será vivir una etapa en la que todo vaya bien. El otro caso, ya lo he vivido. No hace falta tener superpoderes o ser una maga para desear ser una chica normal. Que tenga unos padres unidos y prósperos que les facilite su vida, y no al revés. Yo me imagino eso como vida normal. Y en verdad, no lo deseo.



Pulgas
2904

No hay comentarios:

Publicar un comentario